No hace ni un mes del final de las vacaciones y tengo la impresión de que ya ha transcurrido un año desde los felices dias de ocio soleado durante los cuales keikogis, hakamas, iaitos y variopinto armamento de destrucción masiva disfrutaron de un merecido descanso en el oscuro fondo de los armarios, cual osos en hibernación.
A veces me descubro enfrascado en recientes recuerdos estivales, con los codos toscamente apoyados sobre la mesa de mi despacho, sujetandome la cabeza con ambos puños mientras un estrecho y largo hilillo de saliva resbala lentamente por la comisura de mis labios al mismo tiempo que sonríen concediéndome un aspecto de absoluto imbécil y del cual no reniego.
En uno de estos lastimosamente frecuentes momentos en los que, por el poder que me otorgo, me regalo un paréntesis laboral, recordaba cómo a finales del pasado julio tuve la oportunidad de asistir a una demostración de caligrafía “Shodô” en el “Centre de Cultura Contemporania de Barcelona”, organizada por Casa Asia. El artista que daba la demostración era ni más ni menos que Mori Shûhô, nacido en Fukuoka (Kyushu) en 1958. Mori comenzó a estudiar Shodô a los 4 años y a los largo de su dilatada carrera como calígrafo ha celebrado numerosas exposiciones y demostraciones en el Japón y en Occidente, en ciudades como Venecia, Nueva York, Paris o Barcelona.
Es el actual responsable de todo el trabajo relacionado con el Shodô en el Festival Tradicional “Akata Gion” de Fukuoka y participa en otros festivales tradicionales del país. Mori Shûhô dice expresar a través de sus caligrafías “el pálpito de la naturaleza”.
Se trata de todo un personaje que “hipnotizaba” a los asistentes con sus movimientos corporales al dibujar las letras sobre distintos soportes que ubicaba y fijaba en el suelo con ayuda de piedras.
Ante un papel de 4 metros x 1,5 metros aprox., se concentraba e inmediatamente después comenzaba su particular danza aplicando trazos dinámicos, fuertes, suaves, rápidos, lentos, precisos, envolventes… muy fluidos… todos circulares… Estaba haciendo Aikido con su pincel ¡!!
Eso pensé y así se lo dije cuando después de la demostración pude charlar un rato con él mediante una traductora.
¿Aikido?, ¿Budo? … Ooohhh ¡!! No tenía ni idea de Artes Marciales pero conocía los principios del Aikido de la misma forma que los expertos aikidoka conocen los principios del Shodô. Son los mismos.
De pronto comenzaba a comprender a Kai Kuniyuki sensei cuando insiste una y otra vez en que todo se mueve en base a los mismos principios: “si consigues entender y aplicar esos principios, desarrollarás correctamente cualquier Arte Marcial. Todo se basa en lo mismo. El Budo y las Artes Tradicionales son una misma cosa.”
Esa noche volvía a Vilafranca del Penedès en tren observando atentamente la caligrafía que Mori Shûhô había tenido la gentileza de obsequiarme durante nuestro corto encuentro (creo que le hizo gracia que ambos hubiéramos nacido el mismo año y que yo fuera un incipiente practicante de Shodô) y pensé en el largo camino transcurrido desde que la caligrafía apareció en el arte budista como una necesidad para copiar los “sutras”.
“Shakyô sura”, el hecho de copiar las escrituras Budistas, consistía en un acto sagrado que se llevaba a cabo con gran devoción, enorme cuidado y con la máxima destreza artística. Copiar los “sutras” era una de las principales actividades de un monje Budista y era considerada importante no únicamente como forma de preservar las enseñanzas, sino como entrenamiento espiritual para el practicante.
La mayoría de los templos tenían una Biblioteca de SUTRA (KYÔDO o KYÔZO). Conforme a las reglas del gobierno un templo debía contener como mínimo 5000 rollos, denominados MAKIMONO. Los Makimono tenían de 25 a 28 cm de altura y de 47 a 55 cm de ancho, estando originalmente confeccionados con hojas de palma o cáñamo. En un Makimono, una columna contiene usualmente 17 caracteres. El título, número de rollo, capítulo, súmero de sección y nombre del autor o traductor preceden inmediatamente al texto. A veces los rollos contenían ilustraciones.
Las copias (SHAKYÔ) se almacenaban separadamente en cajas especiales (KYOZÔ) confeccionadas con madera de sándalo o bien se envolvian en un tejido especial (KYÔCHITSU) y se colocaban en un gran cofre lacado (KYÔBITSU).
Con la introducción del Zen en China desde la India en el siglo V se desarrolló la caligrafía Zen como medio para sugerir la verdad universal.
El término “Zensho”, utilizado para describir este género de caligrafía es bastante moderno. Los japoneses utilizaban el término “hisseki” (en chino BIJI) “trazos con pincel” o más popularmente “bokuseki” (en chino MOJI) significando “trazos con tinta”. Ambos términos han sido utilizados desde el período Tang (618-906 d.C.)
La caligrafía más antigua existente procedente de la mano de un monje Ch’an (Zen) data de entre el siglo XI y el XII y es una carta escrita por Tao-Ch’ien, un sacerdote a quien se le concedió un alto título eclesiástico por el Emperador de la dinastía SPNG, Cho Tsung: aún así es realmente Kuan Hsui (832-912 d.C.) a quien se considera el primer gran artista Ch’an.
El periodo Tang (618-906 d.C.) es considerado el más importante de la actividad Ch’an en China (en japonés: “Zenki no Jidai”). En cualquier caso la caligrafía Zen japonesa obtuvo su inspiración de los maestros chinos del periodo de la disnastía Sung del Sur (1127-1279 d.C.)
El Zen en China comenzó a atomizarse en sub-sectas con el resultado de una casi total desaparición de estas sub-sectas en el término de pocas generaciones. La única razón por la que el Zen sobrevivió parece ser por el hecho de haber sido “transplantado” a Japón, donde sobrevivieron tres escuelas distintas: RINZAI (en chino “Lin-Chi), fundada por Eisai Zenshi (1141-1215) en 1191, SÔTÔ (en chino “Ts’ao-Tung”), fundada en 1228 por Dôgen (1200-1253) y algunos siglos después , ÔBAKU (“Huang-Po” en chino), fundada en 1661 por Ingen Ryûki (1592-1673)
Aunque no existe método en la caligrafía Zen, hay ciertas características y logros estéticos que pueden asociarse. Shi’ichi Hisamatsu señala las siguientes caracteristicas del arte Zen en su libro “Zen y las Bellas Artes”: asimetría, simplicidad, sublime austeridad, profundidad sutil, desapego y tranquilidad. Andy Sethi añade: espontaneidad y “bokki”. Bokki está compuesto de dos palabras, “boku” que significa tinta y “ki” significando energía en amplios términos. BOKKI es el fluir de la energía en la tinta, la fuerza vibrante que percibimos cuando contemplamos el arte Zen. Al observar este arte debemos hacer un esfuerzo en “percibir” (KAN) más que en “ver” (KEN). Bokki es la esencia del Zensho y tal vez el elemento más importante en las obras Zen.
Tradicionalmente los maestros Zen nunca vendían sus obras, prefiriendo regalarlas a aquellos que las solicitaban. Una obra realizada por un maestro Zen es muy valorada en Japón y a menudo llega a ser una reliquia de familia.
Fueron los siglos XVIII y XIX los que verdaderamente marcaron la época dorada de la caligrafía Zen japonesa con maestros como Tesshu, Hakuin, Ryôkan, Jiun, Tôrei y Sengai.
Tesshu (1836-1888) destacó por su enorme “productividad” con un promedio de 1000 piezas diarias (dicen que llegó a realizar millones de obras a lo largo de su vida) Su obra se considera como una de las de mayor calidad de la era moderna. Tesshu era también maestro de espada así como del pincel y del Zen. Enseñó estas tres disciplinas en su dojô SHAMPÛKAN en Tokyo y entrenó a un gran número de personajes importantes de la época.
Takuan (1573-1645) fue abad del Daitokuji. Era famoso por tener muchos discípulos de la clase samurai y escribió el famoso tratado acerca del Zen y el arte de la espada “Fudôshisimmyôroku”.
Tsuji Gettan Sukemochi, tambien conocido como HEINAI (1648-1727) fue reconocido como un famoso maestro de espada así como poeta, filósofo y caligrafo. Fue el fundador de MUGAI RYU y publicó antes de morir el libro “Mugai Shinden Kenpo Ketsu”, considerado una obra clásica.
Kai Kuniyuki sensei , 19º Soke de MUGAI RYU IAIHEIDO y 5º Dan de Shodo dará una conferencia el próximo 15 de noviembre en la Universidad Autónoma de Barcelona titulada ”Budo: Escribir con un sable, combatir con un pincel”, complementada con un Curso-Taller de Shodô el 19 de noviembre en Vilanova del Camí (Barcelona).
Siguiendo la tradición prometo enviaros algunas de las caligrafías que yo mismo plasme en el papel en el caso de que sea capaz de hacer algo “decente”. Sed benevolentes pues, conocedores que provienen de alguien que no domina la “esencia y principios” que constituyen mi principal búsqueda en el camino del “Bun bu ryo-do”. Para todos los demás que deseéis en cambio poseer unas buenas caligrafías, os aconsejo una ojeada a las que el amigo Oscar tiene en su web www.nihonart.es realizadas por la aikidoka y calígrafa Mio Takada.
Autor: Víctor Herrero
Publicado en Foro Aikido Zaragoza en Octubre 2006